Hace ya varios años inicié mi colaboración en el mundo empresarial. Y en el camino me fui percatando de una cosa. En México la actividad empresarial es algo poco estudiado, poco atendido y poco entendido. Esto con todo y que hoy existen una gran cantidad de universidades que ofrecen desde pequeños cursos hasta posgrados respecto de la actividad empresarial, ingeniería en negocios, MBA, etc. También el gobierno ha intentado apoyar la actividad empresarial, con mayor fuerza a partir de la apertura comercial en los años 90 del siglo pasado. Desde entonces, programas y fondos han ido y venido con resultados evidentemente bajos.
Sin embargo, se pasa por alto nuestros orígenes y se importa conocimiento con el que se pretende guiar a las empresas mexicanas a la calidad, productividad e innovación. Conocimiento poco entendido, poco y mal aplicado. Aquí no se conoce el fondo de los conceptos, el por qué y para qué. Ni siquiera la academia lo conoce.
Nuestra clase empresarial es prácticamente inmune a este conocimiento. El entorno regional de usos y costumbres fuertemente arraigados los hace inmunes. Y la relación cómoda, en todo sentido, por situación geográfica y por el esfuerzo, con nuestro poderoso vecino del norte, ayudó a una evolución lenta y escuálida de nuestra clase empresarial.
Pero hoy, más que siempre, con el cambio de era en el entorno mundial y nacional, desde las primeras horas de este 2017, nos indican hacia donde sopla el viento. Los inminentes cambios en nuestra relación como país con los Estados Unidos de Norte América, a donde van al menos el 80% de nuestras exportaciones y de donde viene un grueso de la inversión extranjera, y de donde viene la gasolina que consumismos, es un signo de los tiempos que nos conmina a asumir nuestro papel como empresarios, líderes creadores de nuevas realidades.
Se nos olvida que, en una economía como la que tenemos hoy en México, quien crea los empleos y genera la riqueza son las empresas, no el gobierno, por más que los candidatos se llenen la boca con promesas de empleo y bienestar.
Son los empresarios de quienes hoy, en este momento, se exige liderazgo, disciplina y ambición para colaborar en llevar a este país a donde pertenece, a la grandeza. Olvidar a los políticos parece la tendencia.
Liderazgo para motivar y conducir a todos los miembros de sus empresas hacia un futuro de abundancia y crecimiento basados en la productividad, la calidad y la innovación.
Disciplina para cambiar donde se tenga que cambiar, adoptando nuevos y mejores conocimientos, hábitos y valores que aporten a la construcción de poderosas empresas y una mejor sociedad.
Y ambición para buscar de forma continua el crecimiento y expansión no sólo en su región, no sólo en México, no sólo en los Estados Unidos, sino en el mundo entero.
Este es el momento.
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